miércoles, 31 de julio de 2013

LOS ULTIMOS ROMANOV


Qué pasó en realidad con la familia Romanov? ¿Quién ordenó su desaparición y qué intereses había de por medio? ¿Por qué, durante casi un siglo, la Iglesia no quería reconocer su muerte? ¿Por qué varias mujeres afirmaban ser Anastasia? Estas y otras preguntas son la guía de esta semblanza histórica. 

A principios del siglo XX Nikolái Aleksandrovich Romanov, el hombre más poderoso del mundo —que gobernaba a poco más de 170 millones de súbditos—, era también el más tímido y fácil de influenciar. 

El káiser alemán, Guillermo II, fue el primero en aprovecharse de ello: manipuló al zar al grado de hacerlo firmar tratados en contra de los intereses del imperio ruso. A pesar de haber descendido de personajes tiránicos como Iván «el Terrible» y Pedro «el Grande» quienes por medio de la venganza y la crueldad afianzaron su poder, Nicolás II era un hombre de paz, sencillo y en extremo amable que trataba como igual al más humilde de sus sirvientes. A diferencia de los zares que lo precedieron, tampoco fue ostentoso. Cuando su padre Alejandro III murió de forma súbita en 1894 y Nicolás asumió el poder de Rusia —a los 23 años de edad—, éste declaró con patética sinceridad: «No estoy preparado para ser el zar; nunca quise serlo. No sé nada del arte de gobernar; ni siquiera sé cómo debo dirigirme a mis ministros»

Nicolás II asumió su cargo luego de la muerte de su padre, en 1894. Unos días antes se había casado con Alexandra (Alix de Hesse Damstadt, alemana, nieta de la Reina Victoria), aristócrata alemana de quien se había enamorado profundamente. Hasta ese momento Nicolás no había recibido mayor adiestramiento para ocupar el lugar de su padre ya que se lo consideraba muy joven. De hecho Nicolás no pensaba en ser Zar hasta que fuera muy mayor. Sólo quería disfrutar de la placentera vida de una familia real y de su amada Alexandra. Pero el destino quiso que a los 22 años tuviera que hacerse cargo de un país que estaba exhausto por los sometimientos de los zares. 

Nicolás, no estuvo a la altura de las circunstancias. Durante los primeros años de su “mandato” las decisiones estaban fuertemente influenciadas por su madre y sus tíos, podría decirse que eran ellos los que gobernaban. Nicolás se dedicaba a la vida familiar que era lo único que él quería en la vida. Adoraba a su esposa e hijos. Alexandra y Nicolás tuvieron cinco hijos: cuatro mujeres, Olga, Tatiana, María y Anastasia, y un varón, el zarevich Alexis. 

La vida del zar y su familia era lujo y comodidades en un país sumido por el hambre y con un retraso absoluto en toda materia. Rusia era un enorme país cuyas tierras se extendían a lo largo de 22 millones de kms2. Su población estaba compuesta por diferentes etnias, diferentes lenguas y diferentes religiones. 

A principios del siglo XX la población ascendía a 120 millones de habitantes; el 80% eran campesinos. Además existían el clero, la nobleza y la corona. Los campesinos, hasta 1861, tenían una relación de vasallos con respecto a los dueños de las tierras. En aquel año se otorgó lo que se conoció como “abolición de la servidumbre”, que era la desvinculación jurídica del campesino con respecto de su señor. Esta ley provocó algo fundamental en la historia rusa y tendría repercusiones hasta en la revolución de 1917. 

El estado ruso le dio a los campesinos tierras para trabajar a pagar al estado en 50 años. Como el campesino está endeudado con el estado, no le queda otra que trabajar de campesino. Así, mientras Europa se industrializaba, Rusia se sumía en el atraso. 

Asimismo, la productividad no aumentó y la riqueza no financió la industrialización. A esta situación de atraso, hay que agregar los manejos del estado por parte de Nicolás II. El zar llevó a Rusia a participar de dos guerras que devastaron aún más al país: la guerra contra Japón (por Corea) en 1905 y 1914, la Primera Guerra Mundial. A esto se sumó la masacre conocida como Domingo Sangriento o Domingo Rojo en San Petersburgo, en 1905, cuando el ejército cargó contra trabajadores que reclamaban mejores condiciones de vida. 

Pero parecía que Nicolás no se enteraba mucho de la situación en su país, o no la entendía. Su única gran preocupación eran Alexandra y su familia. En 1908, el zarevich Alexis, que sufría de hemofilia empeoró su condición de salud y en desesperación, la zarina Alexandra aceptó al idea de una amiga de consultar a un monje y místico llamado Gregori Rasputin

Cuando Rasputin vio al zarevich, milagrosamente se curó. Desde ese momento, la zarina introdujo al monje a la corte y fue aceptado por el zar. La influencia de Rasputin en la corte llegó a extremos como comandar ejércitos durante la Primera Guerra Mundial basado en sueños que había tenido. 

Un país atrasado, sin industrialización, con un 80 % de la población campesina, endeudada con el estado y hambrienta. Una incipiente clase media, semillero de líderes opuestos al zar, guerras indeseadas que provocan muertes y más hambre, un zar que no gobernaba sino que se dejaba avasallar por un místico con delirios de poder. Los más perjudicados, los campesinos endeudados, los soldados desocupados y los obreros, se agruparon en soviets, que son asambleas. 

En febrero de 1917 los soviets hicieron una huelga general, y al poco tiempo el zar abdicó. Unos meses antes, en 1916, varios nobles se juntaron para asesinar a Rasputin, cuyo cuerpo fue tirado al río Neva (lo envenenaron, le descargaron varios tiros y, sin embargo, su autopsia indicó que murió ahogado!) 

Como gobierno provisional quedó el príncipe Lvov y representantes de la Duma (parlamento). 

Pero, ¿Qué pasó con los Romanov?

El zar y su familia fueron mantenidos prisioneros en el palacio por el gobierno provisional. La idea inicial era enviarlos al exilio a Inglaterra, pero el aumento de poder de los bolcheviques impidió esto. Durante la segunda revolución, cuando los bolcheviques de Lenin derrocaron al gobierno de Kerenski, se ordenó el traslado de la familia imperial a Ekaterinburg. 

En julio de 1918, ante el avance de las legiones checoslovacas, y el temor de un rescate de la familia del zar, el Ejército Rojo recibió la orden de asesinar a todos los miembros. La familia fue llevada al sótano de la casa Ipatiev, donde estaban encarcelados y fueron ejecutados junto a algunos sirvientes leales. Los cuerpos fueron escondidos en una mina a 12 kilómetros del lugar. 

Así terminó la era de los zares y empezó el mito de Anastasia, la más chica de la mujeres Romanov. 

Diferentes versiones documentadas e informes oficiales indican que una vez el humo de los disparos permitió ver el resultado de la ejecución con más claridad, se descubrió que algunas de las balas de los ejecutores se habían quedado incrustadas en los corsés de algunas de las Grandes Duquesas asesinadas junto a la familia imperial. Esto se debía a las joyas y piedras preciosas que las muchachas habían cosido dentro de sus ropas, para evitar que sus captores se las quitaran. Involuntariamente les habían servido de armadura contra las balas. 

Aquí empieza la leyenda de la posible supervivencia y posterior fuga de Anastasia. Anna Anderson, la más famosa de las pretendientes que aseguraron ser la Gran Duquesa, afirmaba que se había hecho pasar por muerta entre los cuerpos de su familia y los criados, y que pudo escapar gracias a la ayuda de un guardia compasivo que la rescató al ver que aún estaba viva. Anderson fue una de las al menos diez mujeres que afirmaron ser Anastasia. 

Para la mayoría de historiadores Anastasia fue asesinada junto al resto de su familia la mañana del 17 de julio de 1918 por un pelotón de fusilamiento. La ejecución extrajudicial fue llevada a cabo por miembros de la policía secreta bolchevique. 

Una muestra del inmenso amor entre Nicolás y Alexandra. 

Alexandra le escribió 400 cartas, algunas de sus palabras mientras estaban detenidos: "Sólo anhelo estrecharte con fuerza entre mis brazos y murmurar palabras de amor intenso, coraje, fuerza e interminables bendiciones..." 

El le decía "...No sé como habría podido soportarlo todo si Dios no hubiera decidido que tuviera como esposa y amiga. A veces es difícil hablar de estas cosas debido a una estúpida timidez... Adiós mi adorada y dulce Sunny".

LOS REYES CATOLICOS




El de Isabel y Fernando no fue un matrimonio por amor (muy pocos lo eran), pero la pasión y el afecto tuvieron su lugar en una unión determinada por la razón de Estado.

El matrimonio de los Reyes Católicos, realizado cuando ambos eran unos adolescentes y ninguno de ellos era rey ni tenía seguridades completas de llegar a serlo, tuvo consecuencias trascendentales para la historia de España, e incluso del mundo, pues conllevó la unión de Castilla y Aragón, el fin de la Reconquista o el descubrimiento de América. Pero a la vez el enlace revistió una dimensión personal no menos interesante para el historiador. 

Aunque en su origen la unión estuvo dictada por razones de conveniencia política, desde los primeros momentos se advirtió entre los esposos una compenetración especial. En ello no faltó la pasión amorosa, en el caso de Fernando sobre todo en las fases iniciales del matrimonio, cuando en sus cartas a la reina aludía al mal que le causaba la separación o se presentaba como amante despechado; a Isabel, más discreta pero también más constante, la dejaban en evidencia sus recurrentes accesos de celos. Este afecto mutuo no impidió que entre los cónyuges surgieran desavenencias pasajeras, por ejemplo por el empeño de Isabel en hacer visible que ella era la “reina propietaria” de Castilla, mientras que Fernando en Castilla era simple rey consorte, aunque le otorgara plena facultad de mando. 

Con el tiempo entre ambos se impuso una complicidad basada en sus comunes intereses políticos pero también en la preocupación compartida por la suerte de sus hijos. La muerte del príncipe heredero Juan, en 1497, supuso un duro golpe para ambos, agravado por el fallecimiento de su otra hija mayor, Isabel, y del hijo de ésta, Miguel, heredero del reino. 

La sucesión pasó entonces a su tercera hija, Juana, cuyos desequilibrios psicológicos amargaron los últimos días de la reina Isabel, fallecida cuando tenía poco más de 50 años, en 1504. Fernando escribió entonces: "su muerte es para mí el mayor trabajo que en esta vida me podría venir…" 

La juventud y los años de plenitud de la monarquía unificada se habían esfumado, ante un futuro que no se sabía aún qué depararía. Además del apoyo a Cristobal Colón para realizar el viaje que lo llevaría al descubrimiento del continente Américano, la vida de los Reyes Católicos se vió enmarcada por una historia oscura protagonizada por su tercera hija Juana, quien posteriormente fuera conocida en la historia universal como "Juana la Loca". 

Ser recordado por el único atributo del, pretendido o real, desorden mental no parece que sea la aspiración de persona alguna. En cambio, a nuestra protagonista la locura que se le atribuye reviste caracteres singulares, situándola, con todo merecimiento, en la galería de “Amores trágicos”. Según la tradición, enloqueció de amor y celos hacia su marido Felipe I “El Hermoso”, haciendo crisis su pasión con la prematura muerte del mismo.

 Era la tercera hija de los Reyes Católicos a quien casaron con el archiduque austriaco Felipe el Hermoso. La muerte de sus hermanos mayores y de un sobrino la convirtieron en heredera de las Coronas de Castilla y Aragón desde 1500. El mismo año en que fue jurada como heredera por las Cortes de Castilla empezó a manifestársele una enfermedad mental, determinada según algunos por la infidelidad de su marido, hacia quien sentía un amor enfermizo y apasionado. 

Al morir Isabel la Católica, Juana I y Felipe I fueron proclamados reyes de Castilla; pero, dada la locura de la reina, se acordó que gobernarían conjuntamente en Castilla su marido y su padre el rey de Aragón, Fernando el Católico. Las malas relaciones entre el yerno (apoyado por la nobleza castellana) y el suegro hicieron que éste renunciara al poder en Castilla para evitar un enfrentamiento armado. 

Felipe el Hermoso murió por beber un vaso de agua helada después de jugar a pelota. Tenía 28 años, cinco hijos y otro en camino. Cuando éste llevaba varios meses sepultado en la Cartuja de Miraflores, Juana, hizo desenterrar el cuerpo embalsamado. Al llegar a Miraflores, descendió a la fosa sepulcral donde había sido depositado el cuerpo de su esposo, y después de haber permanecido allí durante todo el funeral, hizo subir el féretro y abrirlo, primero la caja de plomo, y luego la de madera, y desgarró los sudarios embalsamados que envolvían el cadáver y hecho esto, se puso a besar los pies de su esposo. 

Bastó el deseo de Felipe de ser enterrado en Granada para que la Reina de Castilla iniciara un peregrinaje con el féretro que duró tres años. La acentuación del desequilibrio de Juana hicieron que Fernando asumiera de nuevo el gobierno de Castilla en 1506. Cuando murió, su nieto Carlos (el futuro Carlos I de España y V de Alemania) se hizo dar el título de rey, aunque Juana siguió siendo reina y en los documentos su nombre figuraba en primer lugar. 

La demencia de la reina se agravó, permaneciendo recluida en Tordesillas hasta su muerte. En 1516 murió Fernando el Católico y Carlos I fue proclamado rey de Castilla y de Aragón, de modo que doña Juana no llegó a suceder a su padre en la Corona aragonesa; pero nunca fue declarada incapaz por las Cortes castellanas ni se le retiró el título de reina. Durante la Guerra de las Comunidades de Castilla, los jefes comuneros alzados en armas contra su hijo intentaron ponerla de su parte; pero ella se negó a intervenir en el conflicto en ningún sentido.

LOS MEDICI





El siglo XVI es notable por muchas razones, pero en particular lo es por la cantidad de mujeres poderosas que en él vivieron. 

Es indudable que la más importante, notable e influyente mujer italiana de este período fue una reina de Francia, Catalina de Médicis. 

Ha pasado a la Historia como el arquetipo de reina despiadada y calculadora, llamada con diversos apelativos como “la Reina Negra” y “Madame la Serpente”

Contemporánea y ex aliada de Isabel I de Inglaterra, Catalina de Médicis demostró ser una magnífica estratega política y una conspiradora implacable. Gobernó Francia con gran determinación para sus enfermizos y corruptos hijos, tres de los cuales llegaron a ser reyes de dicho país. 

Al haber tratado de fomentar la tolerancia religiosa se vio forzada a adoptar medidas extremas en su lucha por conservar el legado de su marido y el derecho de cuna real de sus hijos. Esto condujo a la infame Matanza de la Noche de San Bartolomé del 24 de agosto de 1572, en que fueron masacrados miles de protestantes franceses, lo que contribuyó al deterioro de su imagen y hacerla más impopular. 

Es improbable que sin Catalina sus hijos se hubieran mantenido en el poder. Aunque era una mujer práctica y culta, buscaba guía en sus adivinos y astrólogos, y en el ocultismo

Fue una gran admiradora y protectora de Nostradamus. Apasionadamente interesada por las personas con don profético, se murmuraba que ella misma era vidente. Muchos de sus íntimos afirmaban que solía despertarse gritando y profetizando, por ejemplo, la temprana muerte de un ser querido. Hasta su hija Margot fue testigo de que Catalina había vaticinado acertadamente su muerte por haberla soñado. 

Catalina María Rómula de Medici nació Florencia, Italia y A temprana edad quedo huérfana, por lo que quedó bajo el amparo del papa León X. 

En 1527 los Medici fueron expulsados de la capital toscana, motivo por el que Catalina fue recluida en conventos. En 1530, su tío, el recién proclamado papa Clemente VII, concertó para ella un calculado matrimonio con Enrique, duque de Orleáns y segundo heredero del rey francés Francisco I. El 28 de octubre de 1533 se celebró la boda con una Catalina de rostro triste, pues para entonces la italiana ya había constatado cómo su esposo exhibía sin pudor una apasionada relación sentimental con la bella cortesana Diana de Poitiers. 

Esta sonora infidelidad conyugal no impidió que Catalina quedase en cinta en 11 ocasiones. De todos sus hijos nacidos, siete llegaron a la edad adulta y cinco de ellos lograron reinar. Por el echo de ser italiana Catalina no era muy bien vista en la corte francesa, pero con inteligencia logró ganarse el favor del rey Francisco I. En 1536 Francisco muere, a causa del efecto que le provocó beber agua luego de un partido de tenis, se pensó que había sido envenenado, y las sospechas recayeron en Catalina, ya que el agua le fue servida por un copero italiano, pero de que fuera o no Catalina eso quedó en el misterio. 

Luego Enrique paso a ser delfín de Francia y Catalina delfina y heredera al trono. En 1547 luego de la muerte del rey Francisco, Enrique sube al trono bajo el nombre de Enrique II y por lo tanto Catalina se convierte en reina de Francia. 

Ella y Enrique tuvieron 10 hijos entre ellos los reyes Francisco II, Carlos IX, su hijo favorito Enrique III, Isabel quien fue reina de España por su matrimonio con Felipe II, y también la bella Margarita de Valois, quien fue famosa en la historia como La reina Margot.

 En el transcurso de su vida Catalina, tuvo que soportar el desprecio de su esposo, a quien ella tanto amaba, Enrique tenía una amante, Diana de Poiters, Catalina se torturaba aún más haciendo poner tubos entre sus aposentos y los de su marido para ver cuando éste estaba junto a Diana. Enrique siempre prefirió a Diana antes que a Catalina, y era Diana la que mandaba a Enrique que cumpliera con sus deberes conyugales. Eso provoco que Catalina respondiera con ira, se le han imputado varios crímenes, entre ellos la muerte de Juana de Navarra –madre de Enrique el prometido de Margarita- quien fue envenenada con unos guantes; y fue la verdadera organizadora de la masacre de la noche de San Bartolomé. 

Obligo a su hija Margarita a casarse con el rey de Navarra- futuro Enrique IV de Francia- en contra de su voluntad, y con eso atraer a los hugonotes –religión que profesaba Enrique- y hacerlos caer en la trampa, los católicos atacaron y asesinaron a todos los hugonotes que encontraron aquella noche en París. Luego de aquella masacre quiso envenenar a Enrique- Catalina tenía miedo que éste heredara el trono, porque se lo había dicho un profeta- para lograrlo llenó de veneno las páginas de un libro de cetrería, deporte que gustaba mucho a Enrique, y así mientras lo leyera se iría envenenando de a poco, pero el libro no lo leyó Enrique, sino que Carlos, el propio hijo de Catalina, a quien también le gustaba mucho aquel deporte, a pocos días del hecho Carlos falleció. 

El trono quedó entonces en manos del hijo favorito de Catalina, Enrique, pero las cosas no fueron como Catalina se había imaginado y el hijo a quien ella dedicó tanto, no la consideró en su gobierno en lo más mínimo. Ambos fallecieron el año 1589. Después de la muerte del último de los Valois, subió al trono de Francia, Enrique de Navarra, bajo el nombre de Enrique IV, para eso tubo que abjurar del protestantismo, de lo contrario lo ejecutarían, de ahí el refrán "París bien vale una misa" aunque se piensa que profesaba su religión en secreto. 

Ese fue el fin de Catalina, pero para ser justos con ella debemos entender que se crió en un ambiente de crímenes y era difícil que reaccionara de otro modo.

LOS TUDOR

Una de las dinastías mas emblemáticas de las monarquías del mundo es sin duda la que se empieza a forjar a partir del reinado de Enrique VIII de Inglaterra

Famoso no solo por sus 6 esposas, sino por su rompimiento con la Iglesia Católica.

 Sus esposas fueron: 
Catalina de Aragón, quien era la hija menor de los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón. Fue la primera esposa de Enrique VIII. Prometida a la edad de 3 años con su hermano Arturo Tudor, Príncipe de Gales. Pocos meses después de su boda, Arturo murió y para conservar la alianza entre Inglaterra y España, Catalina se casó con el hermano menor de Arturo, Enrique, nuevo heredero al trono. Catalina nunca pudo darle un hijo varón a Enrique, mas que una niña (María I de Inglaterra).

 Enrique solicitó aprobación del Papa Clemente VII para anular el matrimonio de 24 años con Catalina bajo el argumento de que ella no podía concebir hijos varones y él deseaba desposar a Ana Bolena. La aprobación fue denegada, Enrique siguió adelante con su idea, y se divorció de Catalina mediante una Ley del Parlamento en 1533. 

Esta circunstancia inició la ruptura entre la Iglesia de Roma y la Iglesia de Inglaterra, creando así la iglesia anglicana

Catalina falleció el 7 de enero de 1536 a los 50 años, en el Castillo de Kimbolton, siendo sepultada en la abadía de Peterborough. 

Ana Bolena, fue la segunda esposa de Enrique, y madre de Isabel I de Inglaterra, fue una de las damas de compañía de Catalina de Aragón. Allí llamó la atención de Enrique, quien le propuso matrimonio en 1527. Ana jugó un rol importante en la reforma inglesa. Después del nacimiento de la princesa Isabel I, no pudo volver a tener un embarazo exitoso. Fue acusada y apresada por adulterio, incesto, y fue decapitada. 

Juana Seymour, la tercera esposa de Enrique; quien se sintió atraído por ella cuando era una dama de compañía de Ana Bolena. Le dio su único heredero varón, Eduardo VI de Inglaterra, quien falleció a los quince años de edad. Juana murió 12 días después del nacimiento debido a una fiebre puerperal y Está enterrada en el Castillo de Windsor. 

Ana de Cléveris fue la cuarta esposa, durante sólo seis meses. El matrimonio nunca se consumó, sin llegar Ana a ser coronada Reina de Inglaterra y permitiendo la anulación. Ana fue recompensada con propiedades, incluyendo el Castillo de Hever, antigua residencia de la familia Bolena. Recibió el título de "Hermana del Rey", y permaneció como amiga de él y sus hijos. Está sepultada en la Abadía de Westminster. Sin descendencia. 

Catalina Howard, quinta esposa, llamada por algunos "la rosa sin espina". Prima de Ana Bolena. Después de la anulación del matrimonio, fue decapitada en la Torre de Londres. La noche anterior Catalina pasó horas practicando cómo colocar su cabeza sobre el bloque, y sus últimas palabras fueron para agradecer a su familia y a los que rezaran por su alma. 

Catalina Parr, también llamada "Catarina" fue la sexta y última esposa de Enrique VIII, y la única que lo sobrevivió. Ha pasado a la historia como la Reina de Inglaterra que estuvo casada más veces, ya que tuvo cuatro maridos en total, de los cuales Enrique VIII fue el tercero. Después de la muerte del rey, se casó con Tomás Seymour, tío de Eduardo VI de Inglaterra. Tuvo una hija de este último, (María), y murió en el parto. María no sobrevivió mucho más, ya que no hay registros de ella después de su segundo cumpleaños.

 La preocupación de Enrique durante toda su vida de no haber podido dejar un heredero al trono resultó totalmente infundada, pues su hija Isabel I, producto de su segundo matrimonio con Ana Bolena y la última monarca de la Dinastí Tudor, lograría bajo su mando posicionar a Inglaterra como la más grande potencia de su época por lo que sus 44 años de reinado se conocen comoo "La Edad de Oro". Durante sus 44 años de reinado, Isabel jamás contrajo matrimonio y tampoco dejo descendencia, por lo que se le conoce como "La Reina Virgen".

miércoles, 17 de julio de 2013

LA REALEZA

Y no solo este tema me apasiona
La historia política de cada país, sus personajes, sus entornos, los escritores que han dedicado su vida a documentarla, a transmitirla y a transportar a sus lugares a la época, al acontecimiento, a sus formas de vida, sus estilos, comportamientos, matices y hasta tiranías y depravaciones.