miércoles, 21 de agosto de 2013

LA REINA VICTORIA... JEFA SUPREMA DE UN IMPERIO



El amor nunca fue un factor común entre los matrimonios legendarios de la realeza.

 Quizás por eso la unión entre la reina Victoria de Inglaterra y el príncipe Alberto de Alemania continúa causando fascinación. 

La reina Victoria nació el 24 de mayo de 1819. Su reinado fue testigo de una gran expansión industrial y del crecimiento de un imperio mundial. En 1877 se convirtió en emperatriz de la India. Su imperio incluía a Canadá, Australia, Nueva Zelanda y gran parte de África.

La joven Victoria y su guapo e inteligente primo hermano Alberto se casaron perdidamente enamorados y 17 años después, nueve hijos hacían parte de sus vidas: cuatro niños y cinco niñas. Pero aunque la pasión entre ambos era evidente, con el tiempo se volvieron presos de una inagotable lucha de poder. 

Alberto empezó a encargarse cada vez más de las responsabilidades de Victoria, a quien sus embarazos y ocupaciones como madre la obligaron a hacerse a un lado. La reina tenía sentimientos encontrados: admiraba a su “ángel” por su talento y habilidad, pero a la vez lo resentía por haberla despojado de sus poderes. Las discusiones se volvieron cada vez más constantes y a Alberto le aterrorizaban las rabietas de Victoria. En el fondo siempre existía el temor de que la reina hubiese heredado la locura de Jorge III

Cuando estaba en sus peores momentos, Alberto se limitaba a dejarle notas bajo la puerta. A pesar de ser una madre prolífica, Victoria detestaba estar embarazada. Cada vez que estaba encinta, decía que se sentía "como un conejo o una cobaya". Lo que más le disgustaba era la lactancia, que consideraba una práctica repugnante. Tampoco era una madre cariñosa, pues pensaba que su deber era ser severa. Su relación con su hijo mayor, Bertie (más adelante Eduardo VII), fue especialmente fría. Desde pequeño fue una decepción para Victoria. Al igual que todos los hijos del rey, Bertie fue educado en casa con un tutor. Le iba mal en las clases y sus padres lo consideraban un tonto. Victoria decía: "Tampoco es apuesto, con esa cabeza dolorosamente pequeña y estrecha, y esos rasgos inmensos. Ni hablar de su falta de mentón". Cuando Bertie tenía 19 años y estaba en entrenamiento con el ejército en Irlanda, tuvo una aventura con una prostituta llamada Nellie Clifden. La noticia devastó a Alberto, quien le escribió una larga carta lamentando su "caída". Después visitó a su hijo en Cambridge y juntos dieron un largo paseo bajo la lluvia. Alberto volvió a Windsor enfermo y falleció tres semanas más después. Lo más probable es que haya muerto de fiebre tifoidea. Otros creen que padecía la enfermedad de Crohn. Lo cierto es que durante años, Victoria culpó a Bertie de su muerte. No soportaba estar cerca de él. "Nunca puedo ni debo mirarlo sin estremecerme", escribió. 

De luto hasta la eternidad Durante los 40 años siguientes- el resto de su vida - Victoria se vistió de luto, rara vez aparecía en público y cuando lo hacía era de mala gana. A los ojos de su pueblo, la pequeña "viuda de Windsor" era una patética y desconsolada figura. La realidad era muy distinta. Ser hija de la reina Victoria era como jugar eternamente al juego de las sillas - siempre había alguien que quedaba por fuera. Y siempre había un favorito. Los cambios de ánimo de Victoria eran desconcertantes y sus rabietas causaban pavor. No sólo era la madre de sus hijos, sino también su soberana, y nunca dejaba que lo olvidaran. Mantenía en la casa a su hija menor Beatriz (conocida como Baby), quien vivía aterrorizada de su madre. Victoria quería que Beatriz permaneciera soltera. Cuando ésta le anunció que estaba comprometida con un guapo príncipe alemán, Victoria se negó a hablarle por seis meses y aceptó con la única condición de que la pareja viviera con ella. 

La hija rebelde era Luisa. Coqueta, atractiva y decidida, se negó a casarse con un príncipe alemán. En su lugar, optó por el marqués de Lorne, hijo del duque de Argyll. El príncipe Alberto solía colocar y decorar árboles de Navidad en Windsor en la década de 1840. Su decisión resultó ser un error - el matrimonio fue infeliz, no tuvo hijos y se rumoraba que el marqués era homosexual. Victoria controlaba a sus hijos varones de la misma manera. 

Leopoldo, quien heredó la hemofilia, fue el que más sufrió. Victoria lo describía como "un niño de aspecto común". Siempre trató de hacerlo vivir como un inválido. Cuando era niño, el servidor que cuidaba de él lo molestaba, pero Victoria se negaba a escuchar sus quejas. Victoria quería que sus hijos fueran como el príncipe Alberto. El único que se parecía a su padre era Arturo, el tercero de los varones, años después duque de Connaught. Él era su favorito – siempre hizo lo que le ordenaron y tuvo una exitosa carrera militar. El hijo con quien más peleó fue Bertie, el mayor. Una vez dijo que su mayor problema era que se parecía mucho a ella. Y tenía razón. Al igual que su madre, Bertie era codicioso, apasionado, y explosivo. Pero tenía un don supremo - su encanto personal. Como príncipe de Gales, Bertie tuvo que lidiar con múltiples escándalos. Uno de ellos fue el hecho de que Victoria nunca le permitió acceder a documentos gubernamentales. Pero la historia tuvo un final inesperado. 

Bertie nunca rompió relaciones con su madre. Y cuando finalmente la sucedió en el trono a los 59 años, hizo un buen trabajo. Eduardo VII, quien falleció en 1910, modernizó la monarquía, una de las razones por las que su sucesor, Jorge V –y la realeza británica como institución– sobrevivieron a la Primera Guerra Mundial, mientras que muchas otras casas reales no lo lograron. Quizás la reina Victoria no era tan mala madre después de todo.

LOS GRIMALDI... UNA TRAGICA HISTORIA DE AMOR

Si bien no es propiamiente una monarquía, la dinastia de Los Rainero es considerada como parte de la realeza no por distinguirse como Reyes, pero sí como Príncipes. 

El príncipe Raniero fue hijo de la princesa Carlota Luisa Julieta, duquesa de Valentinois y del príncipe Pedro María Javier Rafael Antonio Melchor, conde de Polignac. 

Su infancia fue infeliz y sombría, al punto de que Raniero llegó a comentar en una ocasión: "Mi hermana y yo hemos sido educados por una niñera. A nuestros padres sólo les veíamos a las cinco de la tarde y únicamente durante una hora. El resto del tiempo estábamos confinados en una habitación de juegos"

Recibió el título hereditario y la sucesión al trono por la renuncia de su abuelo el príncipe Luis II.

 Accedió al trono en 1949, con 26 años de edad. Fue coronado el 12 de abril de 1950, a los 26 años. Rainiero había terminado su largo y serio romance con la actriz francesa Gisele Pascal. 

Según informes, ellos rompieron porque ella era incapaz de tener hijos y producir un heredero (aunque más tarde se casó y desafió a la naturaleza teniendo un hijo). El matrimonio y los bebés pesaban mucho en la mente de Rainiero. Un tratado de 1918 entre Mónaco y Francia estipulaba que Mónaco sería reconocido como un principado independiente mientras el trono estuviera ocupado, de otra manera el país se reintegraría a Francia. La hermana de Rainiero, la princesa Antoniette, había renunciado a reclamar el trono. Por lo que tanto era sólo responsabilidad del príncipe el producir un heredero. 

Aprovechando la estancia de una compañía cinematográfica en Mónaco, el príncipe Raniero conoció a quien sería su esposa, Grace Kelly, quien rodaba una película (Atrapa a un ladrón) en esas fechas. Quedó prendado de ella y la siguió incluso hasta EE.UU. hasta establecer un romance después de obtener el consentimiento de sus padres. 

La historia de Rainiero III y la estrella hollywoodense Grace Kelly pasará a la historia por haber comenzado como un verdadero cuento de hadas y llegar a su fin en forma de pesadilla.

 El bello principado vio cómo se desmoronaba su familia real tras el fatal final de una historia de amor. 

El flechazo Grace Kelly, estrella de películas como "To Catch a Thief" y "Dial M for Murder", de Alfred Hitchcock, así como "The Country Girl", que le dio un Globe, era justo lo que un principado tan glamoroso como Mónaco necesitaba. La bella actriz nunca se imaginó que en el Festival de Cannes de 1955, donde fue invitada de honor, conocería al hombre que le cambiaría la vida. 

En una sesión de fotos llevada a cabo en el Palacio, Rainiero III conoció a Grace, y ahí comenzó su gran historia de amor. Ella regresó a Estados Unidos a filmar "The Swan", y durante ese tiempo se escribía con el Príncipe. Se comprometieron en 1956 y viajaron a Filadelfia, ciudad natal de la actriz. para hacer su fiesta de compromiso.

 El impresionante diamante de 10.47 quilates que Rainiero le regaló sería el mismo que usaría durante la filmación de "High Society", su última película. Su boda religiosa fue el 19 de abril de 1956. El cuento de hadas Los preparativos para la boda real fueron muchos y muy elaborados. Grace tenía que llegar a Mónaco como toda una princesa y por esa razón, abordó el barco SS Constitution desde Nueva York, acompañada de sus damas de honor, su familia y hasta su perrito. El viaje duró una semana. En Mónaco la esperaban cientos de personas, ansiosas por ver a su futura Princesa. Rainiero y Grace tuvieron una boda civil y una religiosa. El 18 de abril de 1956 se casaron en el Salón del Trono de Palacio y fue transmitida en canales europeos. Grace obtuvo 140 títulos, los mismos que su nuevo esposo, y todos fueron recitados durante la ceremonia. Al día siguiente se llevó a cabo una majestuosa boda religiosa. El vestido de Grace fue diseñado por Hellen Rose, premiada vestuarista de los estudios MG, quien trabajó en su creación por dos meses y tuvo a su cargo a casi cuarenta costureras. La ceremonia fue presenciada por 600 invitados y más de 30 millones por televisión. 

Los herederos 

Pronto el Palacio Real se llenó de pequeños. Nueve meses y cuatro días después de la boda, nació la Princesa Carolina Luisa Margarita. De imediato se declaró fiesta nacional, se supendieron los juegos y apuestas y en todo Mónaco se regalaron copas de champaña. La niña se convirtió en la consentida de su papá, y tan sólo un año y dos meses después nació el heredero al trono, el Príncipe Alberto II. Sonaron 101 balazos para celebrar su llegada. La última de sus hijas, Estefanía María Elizabeth, nació en 1965. Fue desde pequeña la más rebelde, y a la fecha lo sigue siendo.

 A pesar de que se respiraba un aire de felicidad en la familia Grimaldi, Grace siempre estuvo muy cuidada y restringida para hacer su vida del día a día. Rainiero no permitía que nadie le tomara fotos o le pidiera autógrafos en Palacio y prohibió que sus películas se transmitieran en el Principado. Varias veces le fueron ofrecidos papeles para regresar a la actuación, mismos que su esposo rechazó por ella. Alfred Hitchcock, director con quien trabajó varias veces y quien la consideraba su musa, le ofreció el papel de una cleptómana en "Marnie", pero la gente de Mónaco comenzó a hablar negativamente al respecto y Grace optó por negarse. 

La tragedia

El 13 de septiembre de 1982 fue un día fatídico para Mónaco y su Familia Real. Grace y su hija menor, Estefanía, venían de su casa de campo en Roc Agel, cerca de la frontera francesa, hacia Mónaco, cuando la Princesa sufrió un ataque cardiaco que ocasionó que el coche se volcara. Sufrió serias heridas y aunque llegó viva al hospital, no lograron salvarla. 

Mucho se comentó que Estefanía era quien manejaba cuando sufrieron el accidente, aunque nunca pudo confirmarse. El 18 de septiembre Grace fue enterrada en la cripta de los Grimaldi. Rainiero se veía desencajado, con la mirada perdida. Más de 400 personas estuvieron en el funeral, entre ellos muchos jefes de estado, el actor Cary Grant y la Princesa Diana, representando a la familia real británica.

domingo, 11 de agosto de 2013

EL REY TARTAMUDO

Alberto Federico Arturo Jorge de Windsor nació en Inglaterra el 14 de diciembre de 1895. Siendo el segundo hijo del Rey Jorge V y de la reina María de Teck, no tenía previsto, ni quería llegar a reinar. 

Sin embargo, la muerte de su padre y la abdicación de su hermano Eduardo VIII supusieron su ascenso directo al trono.

Jorge VI era conocido por sus dificultades para la dicción y el habla en público, así como por su extrema timidez, algo que muchos interpretaron como muestra de debilidad. 

Tras la muerte de su padre, su hermano Eduardo VIII heredaría el trono, quedando él, cómodamente, relegado a un segundo plano. Sin embargo, Eduardo estaba enamorado de una joven estadounidense divorciada, lo que impedía que pudieran casarse y mantener sus aspiraciones al trono. 

Así pues, en menos de un año de reinado, Eduardo abdicó dejando toda la responsabilidad de Inglaterra sobre los hombros de su hermano pequeño, que subió al trono con el nombre de Jorge VI.

Su coronación coincidió con el auge de la radio en Inglaterra, un medio masivo que permitía al Rey comunicarse frecuentemente con sus súbditos. Sin embargo, esta no era una idea que relajase en exceso al monarca que, dada a su timidez y sus problemas de tartamudez, veía esos discursos como una auténtica tortura.

Su mujer, Elizabeth Bowes-Lyon (hija de un conde escocés), fue uno de los pilares básicos del rey para enfrentarse a unos problemas que le perseguirían durante todo su reinado. La reina buscó un especialista en corregir problemas del habla que pudiera ayudar a su marido a pronunciar los discursos sin que el pánico y la tartamudez se apoderaran de él.

Padre de dos hijas, Isabel (la actual Reina Isabel II de Inglaterra) y Margarita, Jorge VI se enfrentaba no solo a sus problemas y temores, sino a un enemigo que vigilaban desde Alemania. Durante su reinado, Adolf Hitler ganaba terreno e invadiendo Polonia, lo que provocó el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Aquel hombrecillo, con su voz y su carisma, era capaz de alzar un pueblo entero en guerra, mientras él apenas podía felicitar las Navidades por radio.

Tras mucho esfuerzo y muchas burlas por parte de los alemanes (que llegaban a llamarle “El rey tartamudo”), Jorge VI consiguió realizar uno de los discursos más importantes que se recuerdan en el país, animando y apoyando a su pueblo en el duro inicio de la guerra contra la Alemania nazi.

En el inicio de la guerra, así como en sus cinco años de duración, el rey Jorge VI demostró estar junto a su pueblo, sin huir de Londres, convirtiéndose en el “rey que se enfrentó al nazismo” y siendo respetado por todos. El 8 de mayo de 1945, habiendo ganado la guerra, miles de ingleses se acercaron al Palacio de Buckingham para aclamar y felicitar al rey.

Tras años de lucha y guerra, su salud fue debilitándose originando un cáncer de pulmón que acabaría con su vida en 1952. Sin embargo, para entonces la imagen de un rey tímido y débil había dejado paso al carisma de un rey que antepuso sus temores y dificultades por un pueblo al que se ganó, justamente, con un discurso... EL DISCURSO DEL REY

MARIA ANTONIETA...VICTIMA???



Maria Antonieta, Reina de Francia. Hija de los emperadores de Austria, Francisco I y María Teresa, contrajo matrimonio en 1770 con el delfín de Francia, Luis, que subió al trono en 1774 con el nombre de Luis XVI

Mujer frívola y voluble, de gustos caros y rodeada de una camarilla intrigante, pronto se ganó fama de reaccionaria y despilfarradora. Ejerció una fuerte influencia política sobre su marido (al que nunca amó), ignoró la miseria del pueblo y, con su conducta licenciosa, contribuyó al descrédito de la monarquía en los años anteriores a la Revolución Francesa. 

Desde su nacimiento María Antonieta Josefa Ana de Austria, más conocida como María Antonieta de Austria, había vivido sumergida en la suntuosidad de la corte vienesa, rodeada de atenciones y ternura.

A los 12 años supo que iba a ser reina de Francia. Su madre se dispuso a hacer de ella una perfecta princesa parisina y le asignó dos expertos que se ocuparan a fondo de la futura cabeza real: un preceptor eclesiástico y un ilustre peluquero. El primero debía reforzar su fe y su francés; al segundo se le encomendó la no menos delicada misión de edificar en la cabellera de la infanta una versallesca torre dorada llena de bucles. Una semana después, ambos se confesaron derrotados. El preceptor aseguraba que María Antonieta poseía un cerebro ingenioso y despierto, pero rebelde a toda instrucción.

A los 14 años, cuando se casó con el duque de Berry, entonces Delfín y futuro rey Luis XVI, María Antonieta era ya una deliciosa muchacha espléndidamente formada.

El matrimonio con el futuro rey de Francia fue bendecido el 16 de mayo de 1770. Hubo fastos, desfiles, grandiosas fiestas y solemnidades. María Antonieta, vital y poco inclinada a la santidad, se aburría soberanamente con su esposo y pronto comenzó a salir de incógnito por la noche, oculta tras la máscara de terciopelo o el antifaz de satén, y a resarcirse con algo más que simples galanterías.

En cuanto al Delfín, era robusto y bondadoso, pero también débil y no demasiado inteligente. Convertido en Luis XVI a los 20 años, María Antonieta escribirá a su madre: "¿Qué va a ser de nosotros? Mi esposo y yo estamos espantados de ser reyes tan jóvenes. Madre del alma, ¡aconseja a tus desgraciados niños en esta hora fatídica!". María Antonieta pronto se convirtió en símbolo escandaloso de la más licenciosa corte de Europa. Trataba de agradar y de obrar con acierto, pero no lo conseguía.

Sus faltas, exageradas por la opinión pública y consideradas como ejemplo vivo del desenfreno de la corte, no fueron otras que su desprecio a la etiqueta francesa, sus extravagancias y la constante búsqueda de placeres en el fastuoso grupo del conde de Artois, así como sus caprichosas interferencias en los asuntos de Estado para encumbrar a sus favoritas. 

Derrochadora, imprudente y burlona, la prensa clandestina comenzó a pintarla como un ser depravado y vendido a los intereses de la casa de Austria. Según los panfletos, la lista de sus amantes era interminable y sus excesos dignos de una Mesalina. Pronto fue conocida entre el pueblo con el despectivo mote de "la austríaca".

En 1785, un nuevo escándalo atribuido a su codicia vino a deteriorar su ya más que vapuleada fama. Todo el asunto giró alrededor de la más rica joya de la época. El célebre collar, realizado por los mejores orfebres de París para madame Du Barry, favorita del rey Luis XV, era una pieza insuperable. Sus más de mil diamantes, rubíes y esmeraldas parecían haber sido forjados pacientemente por los dioses en las entrañas de la tierra con el único fin de recibir la caricia del oro en un lugar preciso de la joya. 

Muerta la Du Barry antes de que se diera fin a la obra, la condesa de La Motte, aventurera que servía en la corte y pertenecía al círculo del tenebroso conde Cagliostro, embaucó al cardenal Louis de Rohan, rico y disoluto cortesano caído en desgracia, haciéndole creer que María Antonieta deseaba obtener el magnífico collar y que, no disponiendo del dinero suficiente, estaba dispuesta a firmar un contrato de compra si él lo garantizaba.

El cardenal, deseoso de congraciarse con María Antonieta, se entrevistó con quien creía que era la reina, suplantada por una bella joven apellidada d'Oliva, accedió a su petición y el 1 de febrero de 1785 el collar fue trasladado a Versalles. Pero no llegó a manos de la reina, sino que por una sucesión de intrigas fue a parar a la condesa de La Motte, que desapareció de París con su marido y se dedicó a vender afanosamente las gemas por separado. 

Una vez descubierta la estafa, la condesa aseguró ser favorita íntima de María Antonieta y esgrimió unas cartas comprometedoras de la reina falsificadas. María Antonieta fue acusada de intrigante y ambiciosa, y aunque el juicio demostró su inocencia, la campaña política orquestada para desprestigiarla tuvo éxito. El cardenal de Rohan fue desterrado, la condesa de La Motte azotada públicamente y su esposo condenado a galeras, pero el castigo ejemplar no pudo borrar el nuevo baldón que había caído sobre la honorabilidad de la reina.

Esta intriga, la intriga del collar,  fue la gota que derramó el vaso y en la que se volcó la tragedia de la ejecución de Maria Antonieta enmedio del estallido de la Revolución Francesa que puso fin a la monarquía para siempre en este país.

Lo que más se recuerda de María Antonieta es su dramático final: detenida junto con el rey y otros nobles cuando trataban de huir de París, fue juzgada por el Tribunal Revolucionario y condenada a morir en la guillotina. A las diez y media de la mañana del día 16 de octubre de 1793, el pintor David, cómodamente instalado en la terraza del café La Régence, en la parisina calle de Saint-Honoré, realizó un apunte del natural de la reina María Antonieta camino del patíbulo. La llevaban sentada en una carreta e iba a ser ejecutada en la guillotina tras más de un año de calvario. En sus labios, crispados por la agonía, se muestra aún un orgullo que parece desafiar a la plebe. Para la multitud que la contempló ese día, María Antonieta era la encarnación del Mal; para muchos otros fue una reina mártir y un símbolo de la majestad y la entereza. Había sido, sin duda, una de las reinas más bellas que tuvo Europa y la más primorosa joya de Francia